De todos es sabido, o por lo menos yo lo pienso así, que un político no está en el poder por y para el resto de los españoles, sino gracias al resto de los españoles. Aún así se empeñan en repetirnos una y otra vez, que su cometido es luchar por el bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos. Puede que algunos se lo crean, pero a mí personalmente no me convencen.
El último ejemplo de esto, es el plan de austeridad puesto en marcha por el actual ejecutivo. Uno de los puntos clave, es el de reducir el gasto a través de disminuir la oferta de plazas de funcionariado público. La idea que pondrá en marcha el gobierno es ofertar solo una plaza pública por cada 10 plazas que se liberen. La propuesta en si no es mala, de hecho estoy totalmente de acuerdo en que el despilfarro de dinero en este país es en parte debido a una mala gestión de los organismos públicos. Sin embargo me gustaría puntualizar que la gestión de dichos organismos depende, no de funcionarios públicos, sino de esos mismos dirigentes políticos que ahora mismo nos quieren convencer de su preocupación por el gasto público español. Aún así, hay que reconocer que algo funciona mal también con los funcionarios, cuando la fama que les precede es de sobra conocida gracias a chismes, chistes, dimes y diretes.
Antes de nada me gustaría puntualizar que cuando uno es un vago, da igual que trabaje en la empresa pública o privada, es un vago igual. Del mismo modo una persona que ofrezca profesionalidad, va a ser igual de profesional en una empresa pública que en una privada.
Dicho esto, analicemos la situación. Por cada diez funcionarios que dejen su cargo, el gobierno va a reponer uno..., ¡¿?!, pues no lo entiendo. ¿Ese uno va a hacer el trabajo de los otros diez?, ¿es que esos diez no trabajaban antes?, ¿si no trabajaban por que no se prescindió de sus servicios anteriormente?. ¡Ah!, parece que por ahí viene el problema. Resulta que cuando un empleado de una empresa privada no trabaja (y sobre todo no lo disimula), se va de patitas a la calle (o eso o el dueño/jefe de la empresa es un masoquista). Sin embargo, en el momento en que un funcionario deja de realizar su trabajo (y lo peor es que ni siquiera lo disimulan), no se le puede tocar, por que obtuvo su plaza por medio de una oposición pública (lo peor es que ésto no es cierto en muchos casos, sino que accedieron por estar en el lugar adecuado en el momento preciso). El problema del funcionariado público en este país es que aprobar un examen te da derecho a hacer lo que quieras siempre que fiches la entrada y la salida del edificio público, que esa es otra, cada día le pasamos la tarjetita a un compañero y que se vaya de compras si quiere. Pues de esa manera, reduciendo las plazas ofertadas, lo único que vamos a conseguir es generar más caos administrativo, y en consecuencia más gasto a largo plazo.
Señores del gobierno, lo que tienen que hacer ustedes es modificar los convenios de los funcionarios y exigir unas garantías productivas adecuadas a cada puesto ocupado. Si ustedes sólo hicieran ésto, no tendrían que ofertar ninguna plaza a mayores para esos diez funcionarios salientes, símplemente sería suficiente con aumentar la productividad (a parámetros de producción normales) de los que ya ocupan sus puestos en las administraciones públicas. Es decir, la responsabilidad del mal funcionamiento de la administración y del exceso de gasto público es de los políticos que la gestionan, no de los funcionarios que la mantienen, con gestionar como es debido cada adminstración, y elevar la productividad de los trabajadores que la componen, se solucionarían muchísimos de los problemas de gasto público de este país.
El mayor problema y lo más sangrante de este tipo de medidas es que al final los responsables únicos de una situación como la que atravesamos, los políticos, no van a asumir sus responsabilidades en la mala administración de ese dinero público que ahora quieren conservar con su plan de austeridad. Señores ministros, señor presidente, yo le diría que mejor que un puesto por cada diez funcionarios salientes, ustedes deberían ofertar un político por cada diez que ya existan en el hemiciclo, y así nos iría mucho mejor a todos.
El último ejemplo de esto, es el plan de austeridad puesto en marcha por el actual ejecutivo. Uno de los puntos clave, es el de reducir el gasto a través de disminuir la oferta de plazas de funcionariado público. La idea que pondrá en marcha el gobierno es ofertar solo una plaza pública por cada 10 plazas que se liberen. La propuesta en si no es mala, de hecho estoy totalmente de acuerdo en que el despilfarro de dinero en este país es en parte debido a una mala gestión de los organismos públicos. Sin embargo me gustaría puntualizar que la gestión de dichos organismos depende, no de funcionarios públicos, sino de esos mismos dirigentes políticos que ahora mismo nos quieren convencer de su preocupación por el gasto público español. Aún así, hay que reconocer que algo funciona mal también con los funcionarios, cuando la fama que les precede es de sobra conocida gracias a chismes, chistes, dimes y diretes.
Antes de nada me gustaría puntualizar que cuando uno es un vago, da igual que trabaje en la empresa pública o privada, es un vago igual. Del mismo modo una persona que ofrezca profesionalidad, va a ser igual de profesional en una empresa pública que en una privada.
Dicho esto, analicemos la situación. Por cada diez funcionarios que dejen su cargo, el gobierno va a reponer uno..., ¡¿?!, pues no lo entiendo. ¿Ese uno va a hacer el trabajo de los otros diez?, ¿es que esos diez no trabajaban antes?, ¿si no trabajaban por que no se prescindió de sus servicios anteriormente?. ¡Ah!, parece que por ahí viene el problema. Resulta que cuando un empleado de una empresa privada no trabaja (y sobre todo no lo disimula), se va de patitas a la calle (o eso o el dueño/jefe de la empresa es un masoquista). Sin embargo, en el momento en que un funcionario deja de realizar su trabajo (y lo peor es que ni siquiera lo disimulan), no se le puede tocar, por que obtuvo su plaza por medio de una oposición pública (lo peor es que ésto no es cierto en muchos casos, sino que accedieron por estar en el lugar adecuado en el momento preciso). El problema del funcionariado público en este país es que aprobar un examen te da derecho a hacer lo que quieras siempre que fiches la entrada y la salida del edificio público, que esa es otra, cada día le pasamos la tarjetita a un compañero y que se vaya de compras si quiere. Pues de esa manera, reduciendo las plazas ofertadas, lo único que vamos a conseguir es generar más caos administrativo, y en consecuencia más gasto a largo plazo.
Señores del gobierno, lo que tienen que hacer ustedes es modificar los convenios de los funcionarios y exigir unas garantías productivas adecuadas a cada puesto ocupado. Si ustedes sólo hicieran ésto, no tendrían que ofertar ninguna plaza a mayores para esos diez funcionarios salientes, símplemente sería suficiente con aumentar la productividad (a parámetros de producción normales) de los que ya ocupan sus puestos en las administraciones públicas. Es decir, la responsabilidad del mal funcionamiento de la administración y del exceso de gasto público es de los políticos que la gestionan, no de los funcionarios que la mantienen, con gestionar como es debido cada adminstración, y elevar la productividad de los trabajadores que la componen, se solucionarían muchísimos de los problemas de gasto público de este país.
El mayor problema y lo más sangrante de este tipo de medidas es que al final los responsables únicos de una situación como la que atravesamos, los políticos, no van a asumir sus responsabilidades en la mala administración de ese dinero público que ahora quieren conservar con su plan de austeridad. Señores ministros, señor presidente, yo le diría que mejor que un puesto por cada diez funcionarios salientes, ustedes deberían ofertar un político por cada diez que ya existan en el hemiciclo, y así nos iría mucho mejor a todos.